Cuando se está a punto de perderlo todo, la más mínima rendija que deja entrar luz se vuelve esperanza.
Y de ahí sale el tímido renacer, la curiosidad por lo no explorado, el anhelo de aquello que se creía en el olvido, el desenfreno como un impulso hacia lo que vendrá para no mirar los restos de ese derrumbe.

Alessia sabe que está a punto de ver cómo desaparece todo lo que ha construido: un matrimonio, un trabajo estable, una vida sin sobresaltos. La muerte de su abuela la pone en contacto con el diario de una antepasada: Alonza di Pietro, una afamada meretriz veneciana del siglo xvii. También la vincula con Luca, un joven investigador que ha trabajado con la abuela de Alessia para descifrar el enigma del diario de Alonza.

Mientras la novela avanza por una Venecia antigua, por los secretos de alcoba de una sociedad que nunca se quita la máscara, mientras las páginas discurren por la vida de Alonza di Pietro, que lo único que ha podido elegir ha sido labrarse un destino propio, la relación entre Luca y Alessia se mueve a tientas entre la desconfianza y el erotismo sin tregua.

Una mujer, una meretriz, Alonza, que lo ha perdido todo y que tan solo ha podido resguardar, además de un tierno amor con Lanzo, un tesoro escondido en una isla maldita; otra mujer, Alessia, en la actualidad, que tiene que empezar de nuevo, que intenta hacerlo en las páginas de su antepasada, en las inagotables sábanas de Luca. Dos mujeres espejadas, dos historias que se cruzan y se complementan, que se continúan una en la otra hasta mezclarse, hasta volverse casi el mismo destino.

Lola P. Nieva ha escrito una novela de una atrapante intensidad, con una prosa magnífica y con personajes que siguen en el lector mucho después de haber leído la última página.